Oro Verde: ¿Uruguay la nueva Angola?

Kronikk, avis Zona Oeste, Fray Bentos-Uruguay.
25.02.2011

Así como Angola se ha convertido en uno de los diez países más importantes para las inversiones noruegas de los últimos años, Uruguay pareciese compartir el mismo destino con sus nuevos inversionistas, que también son escandinavos. ¿Se puede aprender algo de la experiencia angolana?

Con una producción petrolera de alrededor de dos millones de barriles por día y como uno de los países productores de crudo más grande de África, Angola es descripta como un Estado fallido exitoso o el país pobre más rico del mundo. El gobierno de Angola recibe algo de $ 5 mil millones en ingresos procedentes del petróleo cada año. Sin embargo, ya que prácticamente toda la producción se produce en alta mar es poca la riqueza petrolera que entra a la sociedad en general. A pesar de unos 25 años de auge de producción de petróleo, los angoleños hoy se encuentran entre las personas más desesperadamente pobres del planeta y el país presenta índices más bajo que los habituales en cuanto a desarrollo humano.

Uruguay no es Angola. Está es sólo una versión extrema del patrón de inversión en la era neoliberal y que invita a la reflexión. La instalación de otra planta de celulosa en Uruguay incluye muchos aspectos a tener en cuenta tanto como ambientales, políticos, económicos y sociales. Sin embargo, así cómo sucedió con UPM (ex Botnia) lo único que se toma en cuenta en el debate público es si la planta contaminará o no. ¿Por qué no cuestionan otros aspectos de igual importancia, como por ejemplo hasta qué punto esta empresa aportará desarrollo a largo plazo a nivel local, nacional y regional? ¿Por qué aceptar la misma retórica que se usó con UPM (ex Botnia) con Montes del Plata?

Montes del Plata es presentada como la mayor inversión en la historia del Uruguay, calculada en 2300 millones de dólares, y así como la más grande del mundo en su tipo. La compañia estima que la planta producira anualmente hasta 1.300.000 toneladas de pulpa de celulosa blanqueada de eucalipto. Según varias fuentes, se calcula que la empresa empleará a más de 5.000 personas y que generará 500 puestos directos y 2.000 indirectos en planta durante su funcionamiento. Al igual que con UPM (ex Botnia) pareciesen que las cifras no sólo hablan por sí solas si no que enceguecen y ensordecen. Se repiten como mantras una y otra vez y así los números de a poco adquieren contenido, creando imágenes de progreso, falsas expectativas y frágiles esperanzas.

Lo que no se menciona es el grado en que esta inversión económica será concentrada, al igual que UPM (ex Botnia), en un enclave económico.  Así como muchos ejemplos han demostrado y del cual Angola es el ejemplo más extremo, hoy en día, este tipo de inversiones se concentran en enclaves económicos los cuales están cada vez más aislados de la sociedad que los rodea y vinculados con grandes corporaciones transnacionales y redes de empresas menores contratadas y subcontratadas, a través de múltiples continentes. Dichos enclaves explotan intensamente un solo producto mientras dura la demanda del mercado y al finalizar la misma dejan poco o ningún beneficio para el país donde se desarrollan, ya que no existe reinversión ni diversificación de la economía. El Estado anfitrión tiene escasa o ninguna intervención más allá de la captación de algún ingreso fiscal. Las ganancias de estas industrias contribuyen sólo al crecimiento de las fortunas de ciertos grupos, élites locales, nacionales e internacionales. Bajo el rótulo responsabilidad social corporativa y desarrollo sustentable las empresas ganan la opinión pública. Pero la inversión por parte de estas empresas a nivel social con las comunidades anfitrionas es baja y cortoplacista.

La inversión de UPM (ex Botnia) fue de aproximadamente 1.200 millones de dólares la cual en su momento también fue designada como la inversión extranjera más grande de la historia de Uruguay. En aquel momento, así como en el caso de Montes del Plata, se destacó que la empresa crearía 300 puestos de trabajo directos y unos 8000 indirectos. Lo que se silenció es que esta planta opera en una zona de comercio libre, lo que implica que la empresa está exenta de todos los impuestos nacionales vigentes o a implementarse en los próximos 20 años. Los bienes, servicios, mercancías y materia prima, de todo origen, introducidos o extraídos de la zona libre estan exentos de todo impuesto o tasa. Tampoco se destacó que la enorme inversión de UPM (ex Botnia) fue ante todo que una inversión en tecnología avanzada para la planta. Considerando su tamaño, UPM (ex Botnia) y en relación con la comunidad local esta industria ha creado menos empleos directos e indirectos en relación con el tamaño de población de la zona y de la inversión. Dicho sea de paso, un año y medio después de terminada la construcción de la planta Fray Bentos volvía a tener una taza alta de desempleo y  “una changa en lo que sea” volvía a reinar entre las generaciones jóvenes cómo única posibilidad a futuro. La reducida demanda de mano de obra de por ejemplo UPM (ex Botnia) no se debió solo a su alta tecnología sino también a la división “global” de trabajo y producción. El carácter intensivo del capital, las innovaciones tecnológicas y la especialización transnacional del neoliberalismo “post-fordista” han llevado a la concentración de los beneficios en grupos más reducidos de trabajadores especializados, lo que a su vez aumenta la desigualdad social y la marginalización. Las zonas de libre comercio y las nuevas tecnologías de comunicación alientan a las empresas a extender sus operaciones a ubicaciones cada vez más baratas. Los grandes movimientos de capitales de estas empresas, los que tanto seducen a nuestros países, no se deslizan sobre un espacio geográfico contiguo. Los movimientos de capital cruzan las fronteras, saltando de punto a punto omitiendo las áreas intermedias así como el caso del crudo en Angola lo ejemplifica. El establecimiento de UPM (ex Botnia) implicó el crecimiento económico de algunos sectores a nivel local y nacional. Sin embargo, es difícil estimar el impacto del crecimiento económico de estos sectores y su posible repercusión en el marco más amplio de la sociedad. Muchos casos han mostrado que los beneficios de tales inversiones suelen canalizarse hacia grupos reducidos y a la larga crean o exacerban la desigualdad social. Muchos casos en Latinamérica, Africa y Asia ha demostrado que la inversión y el crecimiento económico no conducen necesariamente a la reducción de la pobreza. Las sociedades postcoloniales, las cuales en su mayoría están arraigadas en economías históricamente extractivas, con pequeños sectores burgueses poderosos, con escasa o ninguna tradición en transparencia y rendición de cuentas en cuanto a la negociación, presentan diferentes capacidades para beneficiarse de los emprendimientos de los grandes capitales internacionales.

Aun así, siendo Montes del Plata la inversión más grande de la historia, con un grado de contaminación acceptable para el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA) y con una producción de 1.3 toneladas anuales de celulosa, si la empresa opera bajo el mismo patrón que UPM (ex Botnia) y que la industria petrolera en Angola, dejará pocos beneficios para la comunidad local y para el de la región. Estos enclaves están estrechamente integrados con las oficinas centrales de las corporaciones multinacionales y los centros metropolitanos, pero fuertemente amurallados de las sociedades nacionales que los acogen.

Uruguay no es Angola, entonces ¿Por qué conformarse con una inversión extranjera en una economía de enclave? ¿Por qué no exigir un contrato justo entre las empresas y el estado uruguayo que asegure una distribución justa de las ganancias que contribuyan a construir un país para todos no a socavarlo? ¿Por qué no exigir que las inversiones no solo impliquen extracción sino que también un proyecto social más amplio donde la población se beneficie de los empleos permanentes, ingresos estables, servicios sociales y sindicatos poderosos? ¿Por qué aceptar que las empresas extranjeras se beneficien del acceso a la materia prima barata, sino también de los salarios bajos, sindicatos débiles, segmentación social y bajos requisitos de compromiso social con las comunidades donde se establecen?

Uruguay está desarrollando una estrategia de país en base a la industria forestal, el oro verde del nuevo milenio. El país tiene la posibilidad de elegir cambio o continuidad. Entonces ¿Por qué no aspirar a más que a repetir el rol servil histórico a lo que nuestros pobres países del sur están tan acostumbrados?